Estudiar no es cosa de niños | Ideal

2022-06-18 21:46:19 By : Mr. Tony Wang

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Sergio López 'Haze', </p><p>de la Caja Rural.

Dicen los expertos que en nuestro país el ascensor social de la educación está averiado. Que el código postal de nacimiento determina más que el talento innato o el esfuerzo personal el futuro de los españoles. Y sin embargo, a veces, uno conoce historias que contradicen esa visión pesimista y demuestran que la educación es capaz de hacer auténticos milagros sociológicos. Tres de esas historias las dio a conocer ayer el Consejo Escolar de Andalucía en sus Jornadas El Arte de Educar, que durante día y medio han reunido en el auditorio de la Caja Rural de Granada a profesores y expertos para debatir fórmulas de excelencia, innovación y globalización en la enseñanza actual.

Reengancharse, mejor que engancharse. Así se resume la historia de Sergio López, el rapero sevillano 'Haze', que vivió su infancia en el filo de la navaja en Los Pajaritos, el segundo barrio más pobre de España, «donde los niños juegan en plazoletas sorteando jeringuillas» y los yonquis representan un 'The Walking Dead' con acento andaluz. Tuvo la suerte de resistir hasta la mayoría de edad la tentación de las drogas, que algunos de sus amigos consumían desde los 11 años, y de vivir en una familia que, aunque humilde, le transmitió valores. Un robo le llevó a prisión un mes y un día. «Ver a mi hermano y a mi madre llorar detrás del cristal fue un punto de inflexión. Pensé: yo estoy aquí de paso». Al salir se dedicó a componer rap flamenco y, ya adulto, regresó a clase. Terminó Filología con notazas. El año pasado, a los 43, aprobó a la primera las oposiciones y ahora es profesor de Lengua y Literatura en un instituto.

José Miguel Fernández fue «un niño de Almanjáyar haciendo lo que hacen los niños de Almanjáyar. Soy uno más». También fue afortunado: hizo EGBen un colegio que sembró en él «inquietudes» y viene de una familia trabajadora y unida. Dejó los libros y a los 18 años montó una empresa de escayolistas con un primo. Disfrutó de años boyantes en plena burbuja del ladrillo, pero él quería más: luchar contra los prejuicios, romper moldes, superar un destino ya escrito. Hizo la Secundaria de noche y,con el apoyo de sus padres y de su mujer, que se puso a limpiar casas, empezó la carrera de Medicina, hizo el MIR y hoy es director médico de las urgencias del centro de salud de Motril. «Soy el único médico gitano de Almanjáyar que conozco», lamenta. Algunos pacientes le toman por «moro», hasta por sudamericano; ni se les pasa por la cabeza que sea calé. «Allí solo el 1% va a la universidad. Ojalá los niños de mi barrio tuvieran más referentes: no pueden luchar por algo que ni siquiera saben que existe. Necesitan maestros que les digan que ellos valen», asegura.

José Luis Tolón no viene de un barrio marginal, sino de otra época. De niño se quedaba embobado mirando a los delineantes dibujar en un estudio de arquitectura del Paseo del Salón y pensó: «Yo quiero ser eso». Era un crío cuando firmó su primer contrato y aprendió un oficio en el que ha cotizado 49 años, restaurando edificios históricos en el Albaicín o diseñando barcos en Astilleros de Cádiz.Al jubilarse tuvo la sensación de que el suelo desaparecía bajo sus pies y decidió sacarse el título que nunca tuvo. A sus 70 años, es el alumno de más edad de la Universidad de Granada y está a dos asignaturas de aprobar Ingeniería de Edificación. «La gente joven es maravillosa; te da alegría. Yo soy mayor, pero no soy viejo», puntualiza. Después quiere empezar Historia del Arte, porque estudiar no es solo cosa de niños.